Hay tantas lecturas como experiencias en la película “Fences”, protagonizada y dirigida por Denzel Washington.
Así me lo confirmaron las diferentes interpretaciones de los periodistas con los que la vi la segunda semana de diciembre y mi hijo de 14 años, quien me acompañó esa noche en Miami.
Por eso, cuando tuve frente a mí a Stephen Henderson y a Jovan Adepo, dos de los principales actores de la cinta que cuenta la realidad de un hombre afroamericano en la década de los 50 en Estados Unidos, les pedí que me dijeran de qué se trataba la película para ellos.
“Para mí la mayor lección de Fences es apreciar lo que se tiene. No estar siempre pensando Henderson, un veterano de Broadway, cine y televisión, quien encarna a Jim Bono, el mejor amigo de Troy Maxson (Denzel Washington)
Adepo, a quien hemos visto en The Leftovers, por HBO, aseguró que para él la película subraya la importancia de “no imponerse límites, ni a sí mismo, ni a los demás”.
Y sí, sin duda es sobre eso, pero también sobre la importancia de los padres en la vida de los varones, un problema que plaga a las comunidades afroamericanas y latinas en Estados Unidos; la diferencia entre la lealtad y el amor; la inmadurez de los hombres (según varias mujeres que la vimos juntas) y camaradería masculina.
“Mi papá es el hombre más influyente en mi vida. Me enseñó todo”, reconoció Adepo.
La historia de Henderson es un poco más complicada. “Yo no crecí ni con mi padre, ni con mi madre. El hombre que me modeló fue alguien que me acogió como un hijo más y que me ha dado grandes regalos de vida”, contó.
Uno de ellos fue el aprender a leer y a escribir. “Se puso a estudiar para poderse comunicar conmigo cuando me fui al college“, contó aun conmovido, aunque han pasado varias décadas.
No hay duda de que la relación entre Troy y sus hijos es vital en la complicada historia que cuenta Fences. También su relación con el mundo exterior, las oportunidades tomadas y las perdidas. La película está basada en la obra de teatro de August Wilson.
También deleita la belleza del lenguaje y los obvios hilos que amarran el celuloide al escenario (una de las pocas críticas que se le ha hecho).
Sin embargo, todo eso palidece al lado de la fuerza de Viola Davis.
Desde su primera mirada, Rose nos hace encariñarnos con ella, y poco a poco nos va metiendo dentro de su piel, dentro de su corazón, dentro de su matrimonio.
Fueron las escenas de Troy y Rose las que causaran la reacción del público. Los ¡Oh no!, los !Bravo! se los ganó ella. Así como el aplauso al final de la película.
Rose me hizo sonreir. Me hizo llorar. Viola Davis ya tiene una nominación para los Golden Globes y merece un Oscar. Es brutal.
Como te comenté, fui a ver Fences con mi hijo de 14 años. Se bebió cada palabra. Pensé que se iba aburrir, por los largos diálogos y las escenas estáticas (hay mucho de teatro filmado), pero ocurrió todo lo contrario.
Hemos podido conversar sobre muchos temas importantes, cómo el papel de la mujer, la relación con su papá y conmigo, qué es una traición y cómo ha cambiado la situación de las personas que no lucen indoeuropeos en Estados Unidos.
Te súper recomiendo Fences. Es además, un alivio frente a tanta película formuléica y predecible. Tiene su twist, bastante inesperado por cierto.
Y si puedes ir con algún adolescente, te aseguro de que entre los dos van a ver la vida un poco diferente. Un gran regalo para estas fechas navideñas.