Me enamoré de Luis Miguel por primera vez en el Teatro la Campiña de Caracas, se estaba presentando en el programa de variedades Fantástico, y allí estaba, con sus dientotes y con el pelo que hoy mis niños llamarían el bowl haircut. La última vez que estuve en uno de sus conciertos fue en el Poliedro. Era el inicio de los 90 y estaba promocionando su primer disco de boleros, Romances.
Después vino la vida. Cambio de país, trabajo, hijos. No lo había vuelto a ver y mis referencias eran sus desastres. Qué si estaba gordo, qué si estaba anaranjado, qué si la voz ya no era igual, qué si dejaba a la gente abandonada en los conciertos. Ese era para mí Luis Miguel. La estrella arrogante y caída.
Me enamoré de Luis Miguel por segunda vez en la American Airlines Arena de Miami, durante su gira de 2015. No sin cierta angustia y mucha incredulidad acepté la entrada de prensa. Me preguntaba si no era mejor quedarme con mis recuerdos. ¡Menos mal que fui!
Primero lo primero:
No está ni gordo, ni naranja. Lo que sí está es obviamente afectado por el tinitus que sus médicos bien han documentado. Cantó hermoso y mucho.Canté con él toda la noche, sorprendida de cómo el cerebro guarda las letras de canciones más eficientemente que fechas y nombres. Habían pasado casi 40 años de ese primer encuentro. Fue como el primer día.
Aquí tienes una buena parte del concierto, organizado por Emporio Group.
Si Luis Miguel logra sostener el nivel del recital que ofreció en Miami, todos los que vayan serán recompensados con un par de horas de un extraordinario paseo por sus grandes éxitos y más.
