Hace dos noches me desvelé leyendo Amando, el segundo libro autobiográfico de Adamari López. La actriz y presentadora puertorriqueña volcó una vez más su corazón y desnudó su historia como una mujer que vive un nuevo amor tras un traumático divorcio, que busca ser mamá ya pisando los 40 y después de un cáncer con complicaciones. Que pierde a sus dos padres, con los que tenía una relación muy cercana, en un lapso de dos años, y que aun así se reconoce como rodeada de milagros de amor.
Conozco a muchos que han pasado por menos y están llenos de amarguras. Qué no han abierto realmente la puerta al amor. Otros que no valoran lo que tienen, que dejan que pequeños contratiempos les roben la fe en sí mismos y en la vida. Que no perdonan.
No López.
En su libro cuenta los detalles de su obsesión por ser mamá biológica, la brecha que creó en su relación el tratamiento contra la infertilidad, las dificultades de sus embarazos — uno ectópico- y el que le permitió tener a su hija Alaïa, que le provocó diabetes gestacional y otras complicaciones de salud.
También se enseña vulnerable al relatar sus primeros días como presentadora de Un nuevo día, el programa matutino de la cadena Telemundo y es fácil imaginarla luchando por aprender una carrera nueva, después de grandes éxitos como actriz de telenovelas. López le dedica el libro a sus hermanos y le escribe una carta que, sin duda, su hija apreciará cuando tenga edad suficiente para entender lo que su madre luchó para tenerla.
Sin embargo, el centro de Amando es su relación con bailarín español Toni Costa, quien se coló en el corazón de López prácticamente sin que ella se diera cuenta y que se las arregló para derribar una, tras una, las paredes que ella había construído. Su historia de amor, que nació en los estudios del reality Mira Quién Baila, en Univision, no solo demuestra que es posible recomponer una vida amorosa después de una gran decepción, si no que eso de que las relaciones entre un hombre menor y una mujer mayor no funcionan es un mito. Para finales de 2015, López tenía 44 y Costa 32.
No hay que ser fan de López para disfrutar Amando. Cualquiera que haya perdido y ganado en el amor, que haya perdido a sus padres, que haya comenzado un trabajo nuevo, soñado con un bebé en la barriga y en los brazos se verá allí retratado. También los que hayan debido perder el pudor delante de sus parejas por razones de salud. Pero por encima de todos, los que se hayan negado a sentir después de un gran dolor.
Hace unas semanas hablé con Adamari López sobre cómo fue escribir Amando, cuándo lo hizo, qué planes tiene para el futuro y cómo enfrenta con tanta valentía la obviamente dolorosa tarea de ser educadora sobre el cáncer de mama. Como me pasa cada vez que hablo con ella, me conmovió y me sorprendió. No siempre toca entrevista a alguien de quién puedes aprender. Aquí sus palabras: